No pretendo tocar las fibras más profundas del
alma humana, ni mucho menos. Sin embargo, el lector deberá saber de antemano
que lo siniestro del siguiente relato podría, de alguna manera, generarle
perturbaciones respecto a la forma en que ha visto la vida hasta el momento,
incluso podría abrírsele un inesperado portal que lo conduzca sin retorno al
otro lado del espejo. A aquél “más allá” que frustrase la concepción de vida
acumulada hasta el momento por experticias polifónicas.
Tratase de un relato sin tiempos ni espacio,
mas la realidad cíclica en que se desenvuelve tiende siempre a corromper la
carne de igual manera. Es el obituario valedero, en el que se desenvuelven las
pasiones más oscuras de quienes entornan nuestras vidas, afectándolas sin que
siquiera sepamos darnos cuenta, pues juegan con nuestra esencia cual si fuera
la libertad domesticada de un ente inconsciente.
Empieza, por así decirlo y para darle alguna
secuencia lógico-cronológica que nos lo haga entendible a la pobre razón
mundana, con el rastreo de un gran tesoro, un tapado escondido entre los muros
de la voluntad humana, aquellos palacetes que embargan, a la vez que
resguardan, la demanda colectiva de interrelacionarnos. Pues es de aquella
inagotable fuente de fama y riqueza que se quiso extirpar un simple puñado,
ingrediente imprescindible para la concreción del elíxir de vida perenne y
trascendental. Sin embargo el encuentro con el feroz guardián, Leviatán, hizo
aún más peligrosa la proeza, recargándola con tribulaciones que sólo las siete
cabezas de omnipresente monstruo pudieran concebir.
Harta describir la aplastante cantidad de
peripecias a sufrir en ésta lid, más para el objeto del mismo relato bastará
concluir que, luego de escupir los cadáveres deglutidos de pasados fantasmas, Leviatán dispuso eliminar el rostro de su
contendiente, cual si fueran simples muñecos de plástico sometidos al más común
de los disolventes, logrando así, no sólo el cometido de invisiblizarlos,
evitando que sus seguidores encontraran rastro alguno, sino obnubilar también
los caminos que entrelazan el pasado con el futuro, haciendo del presente
inmediato un simple “dajá-vu” de los grandes fraudes fraguados por el populismo
pretérito.
Lo tétrico de todo lo expuesto precedentemente,
es que no trata de seres inanimados, existentes únicamente en las perversiones
de nuestras mentes, expuestos ocasionalmente en algún mito irracional que haya
enriquecido nuestras culturas, sino por lo contrario, trata de una trova
edulcorante de la macabra realidad que vivimos permanentemente y de manera
repetitiva, cuando somos ultrajados con falacias del placebo que nos imbuye de
ficciones sociales, mientras el fraude ceba los hambrientos estómagos de quien
termina indefenso ante Leviatán.
24/08/2014
una manera muy creativa d explicarlo. te dejo mi blog, por si quieres devolverme la visita. saludos. (http://alejandrovargassanchez.blogspot.com)
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